Rogelio Gracia: “Por más formatos nuevos que aparezcan, el teatro es insustituible”

Rogelio Gracia: “Por más formatos nuevos que aparezcan, el teatro es insustituible”

La capacidad humana de adaptación no tiene límites. Y la pasión, por su parte, encuentra la manera de ser ejercida por su dueño, sea como sea.

Rogelio Gracia es un actor que no solo dedicó su vida al teatro. Y cuando la pandemia se interpuso, resolvió. Diseñó un formato breve y sin recursos que lo hiciera posible. Porque cuando de vocación se trata, alcanza con un living, un jardín o una plaza para la reformulación de un clásico. Su rol como Hamlet durante tantos años le fabricó un amor por la obra que no se logra contener. Y se empeña en contar la historia sin importar las condiciones.

Por otro lado, el clásico. Una historia que se cuenta a sí misma una y otra vez. Y como el hombre que la crea, se adapta a su entorno con tal de no morir. Protege su esencia y cambia de piel. Muta, se transforma, reflexiona sobre sí.

El 6 de agosto, Rogelio presenta Hamlet Express (2025). El clásico de Shakespeare contado en menos de una hora. Una historia conocida por todos, pero según el actor, por nadie al mismo tiempo. Con una mezcla de humor, improvisación y metateatro, dos actores —Rogelio Gracia y Agustín Urrutia— cuentan de qué va la obra, de un modo más dinámico. Así, mantienen vivo un relato inmortal que no conoce de formatos, y logran comprarse a un público cada vez más difícil. Tendrá lugar todos los miércoles de agosto en La Cretina, y las entradas pueden adquirirse aquí.

¿Cómo surge la idea?

Es un experimento, como idea nació durante la pandemia. Luego volvimos a los teatros, efectivamente hice Hamlet, y la idea quedó. Un buen día lo probamos como teatro breve, pero no me quedó breve. Me habían pedido 15 minutos, yo pedí que durara 25 y me duró más de 40, entonces dije que la iba a estrenar como una obrita de una hora en otra sala. Fue madurando, porque yo decía que capaz no tenía mucho sentido; y las veces que la hicimos —que fueron muy pocas— más como un ejercicio o ensayo abierto, gustaba y divertía. La gente me decía que era bastante original, que no había algo así, entonces me tomé el atrevimiento. Lo digo así porque yo no soy dramaturgo ni director, pero después de tantos años en los escenarios, es lindo explorar, sobre todo en una obra en la que yo estaba muy compenetrado.

Yo estaba ensayando Hamlet cuando vino la pandemia. Durante un tiempo seguí estudiando, porque si abrían los teatros rápido yo tenía que estar pronto. Pero en un momento entendí que la tenía que dejar, porque pasaban los meses y me volvía loco. Y ahí empecé a hacer una serie de ejercicios, a preguntarme qué pasaba si los teatros no volvían nunca más. Se me ocurría una con música, una por zoom, y así. Pensé también en hacerla en livings, de una persona sola o dos, contándola toda. Ahí se me inclinó la balanza para que fueran dos actores, y surgió este juego.

¿La idea disparadora fue la pandemia en sí, o se te ocurrió por el lado del humor?

El disparador fue la pandemia. El humor estuvo presente porque tiene una importancia muy grande para mí, pero no solo en mi trabajo, sino en la vida. Para mí el humor está por algo. Entonces, en el momento en que yo pensé que esto podía ser contado por una o dos personas en un formato casi cachivachero, con tres elementos que tenemos a mano —porque casi no hay elementos escenográficos ni de vestuario— automáticamente surgió el humor en la manera de contarlo. Es más, al principio la idea era que fuera un actor que no se la sabía, y que a medida que yo le iba indicando las partes, la fuera leyendo. Después me di cuenta de que era demasiado, porque la historia de Hamlet es bien compleja.

Al final, llamé a Agustín Urrutia. Cuando yo me fui a filmar a Buenos Aires, él me sustituyó en Hamlet, cuando hicieron la versión para estudiantes. Entonces me pareció que estaba bueno, porque él es un actor muy lindo. Me gusta mucho como actor y se sabía muy bien la obra. Entonces podíamos hacer ese falso desconocimiento. Agustín en la obra hace de un actor que interpreta a Hamlet pero que no la sabe muy bien, y yo lo voy guiando. Se podía hacer ese juego, pero con una persona que pudiera seguir claramente la narrativa de la obra. Ahí sí nos pudimos permitir el humor, porque es el humor con conocimiento profundo de la obra también. Pero el disparador fue la pandemia, y el humor surgió naturalmente.

En pandemia no sabíamos si se volvía a los teatros o no. Pero la obra ya la tenía medio ensayada, entonces me preguntaba qué hacer con todo ese material, y ahí me imaginaba maneras de contarla. Una de las ideas fue esa; que la contara una persona o dos, porque podía hacerse incluso en una plaza. Juntar 10 personas al aire libre o hacerla en un living, en el fondo de una casa, en un asado. Si bien ahora la obra va para un teatro y tiene algunos elementos del mismo como la luz, el humo y todo eso, perfectamente es una obra que se puede montar en el fondo de una casa.

¿Cuáles fueron los desafíos de trasladar un clásico de la literatura a un formato más coloquial o informal?

Un maestro norteamericano que tuve acá en Uruguay, que se llamaba David Hammond, siendo estudiante me dijo: «Los clásicos hay que hacerlos de cualquier manera, sean atrevidos con los clásicos». Y me acuerdo de otra frase que me dijo: «Vos podés agarrar a Shakespeare y hacerlo ahí, en las rocas de tu barrio». A mí esa idea siempre me quedó picando, y el desafío más grande era entender que la historia estaba buenísima. A mí Shakespeare me encanta, Hamlet me encanta. Mientras ensayaba la obra me di cuenta de que la mayoría de la gente con la que yo hablaba, no tenía idea de qué se trataba Hamlet. La gente se piensa que es un tipo con una calavera en la mano diciendo «ser o no ser», pero si le preguntás a alguien si sabe de qué va la historia, casi nadie la sabe.

A mí me resultó muy entretenido el hecho de contarla, casi como un cuento. El desafío grande era ese, tener una narrativa. Por supuesto que la obra se va contando, y hay partes que se van actuando. Agustín interpreta a Hamlet y casi exclusivamente hace eso, y yo voy siendo una especie de narrador de la historia. Voy haciendo de contraparte en algunas escenas. Y también invitamos a un par de personas que haya en la platea, que tengan ganas —previamente hablado—, y le tiramos alguna línea para que pueda construir alguna escena con Hamlet. Eso también está cargado de humor, porque automáticamente la gente ya se empieza a reír. Les resulta muy simpático que la gente que está sentada empiece a intervenir, pero nunca se descuida la narrativa de la historia. El objetivo central es contarla, y que vos te vayas de esa obra teniendo un pantallazo de qué va la obra entera.

¿Qué rol juega la improvisación en esta obra?

La improvisación juega un papel, pero uno puntual y en algunas partes. Nosotros la estamos contando en tiempo real y no estamos 100% atados a un guion, aunque hay uno muy claro. Incluso el mismo guion propone esas interacciones con el público, que por supuesto son absolutamente abiertas a lo que este propone. Pero está acotado dentro de las partes que corresponde. Lo que tratamos de hacer es que tenga esa frescura de algo que está pasando y que va a ser único ese día, pero sin descuidar la narración de la historia de Hamlet. Ese es un desafío bastante grande también, que implica mucha concentración, porque a veces la tentación de desviarse —sobre todo cuando pasa algo bastante particular, único o curioso— puede estar. Pero lo que justamente trabajamos en los ensayos es el mantener siempre el cuento, estar abiertos a lo que sucede, acotarlo a ese momento, y que eso siempre esté al servicio de la historia. Pero sí, nosotros hemos hecho varios ensayos con gente, y suceden cosas bastante divertidas.

Hablan de los tiempos de la inmediatez y del uso de herramientas como TikTok. ¿Sentís que la idiosincrasia actual genera daños en aquello que requiere de la contemplación, como el teatro? ¿Esta obra es una manera de adaptarse a un público quizás más difícil o reacio?

Tu reflexión es interesantísima, es una pregunta con una reflexión grande. Yo no sé si tengo una respuesta clara o predeterminada a lo que tú decís, pero sí puedo reflexionar contigo sobre el tema, y decirte que el teatro siempre es en un tiempo y en un lugar. El teatro de ahora no es como era hace 2.500 años, pero tampoco es como era hace 50. Hay características de estas épocas en el teatro; quizás las producciones son más chicas, hay menos funciones, las salas también son más chicas. Es una realidad que el teatro ahora comparte una torta con otros jugadores que hace 200 años no jugaban. No había cine, no había televisión, no había streaming, no había nada, entonces la gente iba masivamente al teatro. Ahora la gente va al cine, se queda en su casa viendo películas, y también va al teatro.

Por otro lado la gente, con esta cosa que tiene de la inmediatez, cada día aguanta menos horas que antes. Pero de todas maneras, hay algo en la esencia del teatro que permanece y que yo noté después de la pandemia. A la gente le encanta sentarse y ver una historia contada. Yo estuve viendo Las brujas de Salem (1952) el otro día, en el Teatro Solís, y es una obra que con intervalos dura casi tres horas, pero nadie se mueve. Sin dudas estos fenómenos son menos numerosos que antes, y estos formatos pueden ser una manera de adaptarse a estos tiempos.

Si yo te digo que lo planteé por esa razón, no; no fue por esa razón. El disparador fue el estar en pandemia con todo el material ensayado, y pensar qué haría yo con eso si el teatro no volvía más. Entonces sí, a partir de ahí traté de adaptarlo a un tiempo actual. Que no durara más de una hora. Pero si el día de mañana me doy cuenta de que está bueno meterle tres escenas más y que dure una hora y cuarto, lo haría. Cuando hay una propuesta entretenida, la gente aguanta su tiempo en el teatro. Por más formatos nuevos que aparezcan, el teatro es insustituible. La gente ha vuelto a los teatros post pandemia, e incluso en algunos casos más que antes. Los teatros están funcionando, la gente está yendo.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

Sos el narrador en la obra. ¿Cómo es ese rol en comparación al de tu compañero?

Este rol es el de una persona muy entusiasta, este actor que quiere contar la historia y que se consigue a su compañero. Entonces con mucho entusiasmo va desarrollando la historia y ayudando al otro a que la cuente. El narrador siempre intenta usar un tono, justamente, de narrador, pero de ahí quiebra a hacer otros personajes. Quiebra a ser yo mismo, que de repente corrijo a mi compañero Agustín. «Esta parte hacela un poquito más rápido, esta parte no te la estudiaste bien», vamos haciendo todo eso. Alterna entre el rol del narrador, que cuenta al público la historia, y algunos personajes que interpreta por momentos, muy muy cortitos, y el juego de la obra con mi compañero. En un momento, hasta le robo unas líneas de Hamlet.

Es una especie de metateatro. 

Es un juego, sí, un juego teatral. Un juego teatral para dos actores, yo lo bauticé así. Son dos actores jugando a que cuentan Hamlet. Los personajes son actores que la están contando, y el personaje no es Hamlet, sino un actor que hace de él.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.